El poder absoluto de los faraones se derivaba de su supuesta condición 'divina'(1). No hace mucho que en España el dictador Francisco Franco se consideraba responsable sólo ante 'Dios y la Historia', excusándose convenientemente de la obligación de rendir cuentas ante los españoles que tuvieron que pagar y soportar su régimen(2). Desde que en el siglo IV d.C. el emperador romano Teodosio impuso el Cristianismo como única religión de su imperio, la Iglesia comenzó a monopolizar el derecho de representar a Dios. Posteriormente las monarquías europeas justificaron su poder despótico por la 'voluntad de Dios', voluntad divina que solía certificar el Papa en su calidad de Vicario de Cristo, es decir, en la condición de su único 'representante' en el mundo con el consiguiente derecho a santificar o condenar el poder totalitario de los monarcas si éstos no se mostraban pusilánimes con el Papa, único 'autorizado' a divinizar o excomulgar sus atropellos, 'facultad' que derivó en no pocos conflictos. Uno de los más famosos fue el desahucio de Enrique VIII de Inglaterra, propinado a la Iglesia católica romana para sustituir el negado 'placet papal' por el suyo propio para poder anular su matrimonio con Catalina de Aragón en contra de la opinión de Clemente VII y, de esa manera, poder llevarse a su lecho real otra esposa más fértil. Se puso a la cabeza de la Iglesia inglesa (1536) para sacudirse de las intromisiones papales(3). Un antecedente que debe producir éxtasis a no pocos políticos 'democráticos' a los que la Gracia de Dios sólo les es desvelada en forma de voto, previamente a celebrar el culto a la mentira electoral. Una ceremonia social donde, actuando como supremos sacerdotes de sus respectivos partidos, prometen el cielo a una parroquia de menguante superstición democrática, sin pasar por el purgatorio. Tal ceremonia suele acabar con un acto de fe en el altar de las urnas, donde los creyentes abdican de su soberanía .
(1) No hace tanto tiempo, los emperadores del Japón mantuvieron idéntica ficción relativa a su naturaleza divina hasta que el primer bombardeo nuclear de la historia les sacó definitivamente de su error.
(2) Para ser justo, el no rendir cuentas ante el pueblo no fue una practica exclusiva del señor F. Franco Bahamonde, sino que continúa siendo un hábito muy extendido por la política en general. La ocultación de responsabilidades políticas suele ser proporcional al grado de los desastres financieros de la Administración.
(3) El conflicto entre el rey Enrique IV y el papa Gregorio VII por el derecho a nombrar los arzobispos (conflicto de investición) donde el papa excomulgó al rey, lo que equivalía a la deslegitimación para gobernar por derecho 'divino' y la consiguiente liberación de los súbditos a la obediencia. Al no aceptar la población - profundamente religiosa - un gobernante huérfano de Dios, los monarcas 'contestatarios' se arriesgaban a una paulatina erosión de su autoridad como la que sufriuó el emperador Enrique IV del Sacro Imperio Romano que tuvo que humillarse ante el papa Gregorio VII para que éste le librase de la excomunión.
(1) No hace tanto tiempo, los emperadores del Japón mantuvieron idéntica ficción relativa a su naturaleza divina hasta que el primer bombardeo nuclear de la historia les sacó definitivamente de su error.
(2) Para ser justo, el no rendir cuentas ante el pueblo no fue una practica exclusiva del señor F. Franco Bahamonde, sino que continúa siendo un hábito muy extendido por la política en general. La ocultación de responsabilidades políticas suele ser proporcional al grado de los desastres financieros de la Administración.
(3) El conflicto entre el rey Enrique IV y el papa Gregorio VII por el derecho a nombrar los arzobispos (conflicto de investición) donde el papa excomulgó al rey, lo que equivalía a la deslegitimación para gobernar por derecho 'divino' y la consiguiente liberación de los súbditos a la obediencia. Al no aceptar la población - profundamente religiosa - un gobernante huérfano de Dios, los monarcas 'contestatarios' se arriesgaban a una paulatina erosión de su autoridad como la que sufriuó el emperador Enrique IV del Sacro Imperio Romano que tuvo que humillarse ante el papa Gregorio VII para que éste le librase de la excomunión.
04/2014